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jueves, 12 de noviembre de 2020

9º aniversario/ Artes marciales y consciencia/Javier Mínguez

Amigo Javier, abre su corazón para agradecer y mostrarnos su amor por las artes marciales.


"Empecé mi andadura en los tatamis con tres años y hoy en día aún no he salido de ellos, tanto física, como psicológicamente, siempre me he mantenido conectado a las artes marciales. Mucho antes me precedieron mi padre y mi hermano, me impulsaron desde mi hogar a seguir su mismo camino y por ello les estaré siempre agradecido.

Cuando eres un niño y practicas un arte marcial, no eres del todo consciente de lo que estás haciendo, al igual que de adulto, pero con un toque de inocencia y una continúa búsqueda de aprobación por parte de tu entrenador. 
Tus máximas ambiciones son divertirte y aprender, sin duda dos de las más grandes motivaciones del ser humano. Como siempre los niños son esas personitas auténticas, sin edulcorar, que miran su realidad desde la verdad. 

Al crecer, la lucha se enfoca más desde el ego, pretendiendo mejorar cada día, donde el objetivo pasa a intentar convertirte en la mejor versión de ti mismo, perdiendo esa esencia inicial, olvidando que el aprendizaje y la diversión eran las bases que te movían a acudir a diario a tu gimnasio.
Y es por ello que debemos recuperar esos valores que de pequeños nos animaban a continuar nuestro bushido*, una vuelta a nuestros orígenes nos volvería a conectar con nuestro pequeño guerrero interior, recordándonos qué es lo importante en este recorrido. 

Este entorno es a menudo muy duro, la sensación de estar cayéndote a pedazos, los golpes, la dureza psicológica que implica continuar en ciertos momentos, el estrés físico y mental que ello conlleva, es un auténtico bautismo de fuego, cuando te mantienes en pie mientras todo invita a lo contrario. Es por ello que debemos de encontrar la manera de compensar toda esa faceta que para algunos puede resultar poco agradable en ciertos momentos, buscar la luz en los instantes de oscuridad, la alegría en las circunstancias tristes, ser conscientes de lo que realmente a cada uno de nosotros nos hace feliz cuando nos metemos en un tapiz, ring, tatami o jaula.

En mi caso, intento hallar la felicidad en cada entrenamiento, busco aprender y divertirme, volviendo a mi niñez en cada sesión, acordándome de mis entrenadores y compañeros que se mantienen presentes en mi interior, por ellos soy yo hoy en día.

Soy consciente de que las amistades creadas a lo largo de estos años en los tatamis, son amistades reales, son de verdad, pues están forjadas en valores como la humildad y el honor, y por ello siempre perdurarán. Cuando se comparte sangre, sudor y lágrimas con alguien es difícil dejar de apreciar a esa persona, se produce un vínculo de por vida que durará por siempre.

Las artes marciales me han ayudado a encontrar mi camino, me han socorrido cuando más lo necesité, y por ello les debo la vida.
A Ignacio Alcibar Arrasate, siempre en mi corazón".



En la tradición japonesa, el bushidō es un término traducido como "el camino del guerrero".
Es un código ético estricto y particular al que muchos samuráis (o bushi) entregaban sus vidas, que exigía lealtad y honor hasta la muerte. Si un samurái fallaba en mantener su honor, podía recobrarlo practicando el seppuku (suicidio ritual). Se dice que desde pequeño, el bushidō era inculcado a los japoneses de la clase dirigente incluso antes de despegarse del pecho de la madre.

1 comentario:

  1. Ese guerrero humilde, Grande con mayñusculas es hoy mi "Nuero" como yo le llamo, un hijo con unos valores maravillosos. Gracias Javi por tu sinceridad, tu saber Ser, tu saber Estar. Darrshan.

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