Menos, mejor |
Agradezco a Laura que nos haga partícipes de su perspectiva sobre el diseño, relaciones interpersonales e impacto medioambiental.
"Cuando el otro día Edu me propuso escribir una entrada sobre diseño consciente para hoy, un 11/11, me hizo particularmente ilusión tanto por la fecha y el número que representa como por la celebración del noveno aniversario de este blog. ¡Gracias!
El diseño per sé engloba muchísimas disciplinas: producto, gráfico, moda, web, de espacio, de experiencias... y en cada una de ellas se incluyen diferentes factores que piden tomar consciencia. Si habláramos de producto, por ejemplo, consistiría en diseñar un objeto que, además de responder a una necesidad, ser innovador, bonito y vendible, sea inclusivo y respetuoso con el medio, tanto en la etapa de producción y ciclo de vida como en su desecho. Si hablamos de diseño gráfico habría que tomar consciencia a la hora de elegir imprenta, tintas, procesos y materiales de impresión, entre otros.
Reflexionando sobre cuál sería el factor común que pide tomar consciencia en todas las disciplinas, me quedo con la responsabilidad de la elección primera: a quién decides poner a disposición tu conocimiento y creatividad y a qué servicios, productos y empresas vas a aportar valor para que sean más llamativos, visibles y vendibles.
Aceptar un proyecto externo implica aceptar una filosofía y unos valores ajenos los cuales van a ser condicionantes durante todo el proceso de creación, lanzamiento e impacto en el mercado.
Como todo en la vida, el diseño tiene sus sombras, por ello es importante tomar consciencia del impacto social y medioambiental que implica cada elección tomada en el proceso. Es muy fácil convertirse en cómplice y ver como tus ideas favorecen a aumentar las necesidades absurdas de la sociedad en la que vivimos.
Pero tenemos que vivir. Sería muy injusto hablar de nuestras responsabilidades sin contar la situación precaria en la que nos encontramos los diseñadores. Dentro de esta modernidad líquida y consumista, prevalece lo efímero y volátil sobre lo permanente y duradero. Y el exceso de información y estímulos convierte cualquier idea novedosa en obsoleta en cuestión de segundos.
El diseñador medio vive entre la exigencia de generar ideas impactantes constantemente y para ayer - sin respetar cualquier tiempo y proceso de creación - y la presión constante de dar la talla para cumplir con las demandas de un mercado que está malacostumbrado a tener mucho de todo y elegir siempre entre cientos de opciones. Vamos, que el momento de gloria nos dura más bien poco.
A esto habría que sumarle que l@s client@s y empresas que pagan acorde al impacto y valor que generamos están en peligro de extinción. La frustración va de la mano de la profesión, ya casi desde la etapa de estudios, donde empiezan a prepararte para la situación futura.
Como conclusión, para mí un diseño consciente parte del retorno al respecto por la profesión, tanto por parte del mercado como por nosotros mismos.
Sólo creando de una manera más pausada y reflexiva, sin presiones y excesos, obtendremos soluciones de mayor calidad, más conscientes y respetuosas con todo y todos. En definitiva, diseñar menos pero mejor..."
Laura M.
El diseño per sé engloba muchísimas disciplinas: producto, gráfico, moda, web, de espacio, de experiencias... y en cada una de ellas se incluyen diferentes factores que piden tomar consciencia. Si habláramos de producto, por ejemplo, consistiría en diseñar un objeto que, además de responder a una necesidad, ser innovador, bonito y vendible, sea inclusivo y respetuoso con el medio, tanto en la etapa de producción y ciclo de vida como en su desecho. Si hablamos de diseño gráfico habría que tomar consciencia a la hora de elegir imprenta, tintas, procesos y materiales de impresión, entre otros.
Reflexionando sobre cuál sería el factor común que pide tomar consciencia en todas las disciplinas, me quedo con la responsabilidad de la elección primera: a quién decides poner a disposición tu conocimiento y creatividad y a qué servicios, productos y empresas vas a aportar valor para que sean más llamativos, visibles y vendibles.
Aceptar un proyecto externo implica aceptar una filosofía y unos valores ajenos los cuales van a ser condicionantes durante todo el proceso de creación, lanzamiento e impacto en el mercado.
Como todo en la vida, el diseño tiene sus sombras, por ello es importante tomar consciencia del impacto social y medioambiental que implica cada elección tomada en el proceso. Es muy fácil convertirse en cómplice y ver como tus ideas favorecen a aumentar las necesidades absurdas de la sociedad en la que vivimos.
Pero tenemos que vivir. Sería muy injusto hablar de nuestras responsabilidades sin contar la situación precaria en la que nos encontramos los diseñadores. Dentro de esta modernidad líquida y consumista, prevalece lo efímero y volátil sobre lo permanente y duradero. Y el exceso de información y estímulos convierte cualquier idea novedosa en obsoleta en cuestión de segundos.
El diseñador medio vive entre la exigencia de generar ideas impactantes constantemente y para ayer - sin respetar cualquier tiempo y proceso de creación - y la presión constante de dar la talla para cumplir con las demandas de un mercado que está malacostumbrado a tener mucho de todo y elegir siempre entre cientos de opciones. Vamos, que el momento de gloria nos dura más bien poco.
A esto habría que sumarle que l@s client@s y empresas que pagan acorde al impacto y valor que generamos están en peligro de extinción. La frustración va de la mano de la profesión, ya casi desde la etapa de estudios, donde empiezan a prepararte para la situación futura.
Como conclusión, para mí un diseño consciente parte del retorno al respecto por la profesión, tanto por parte del mercado como por nosotros mismos.
Sólo creando de una manera más pausada y reflexiva, sin presiones y excesos, obtendremos soluciones de mayor calidad, más conscientes y respetuosas con todo y todos. En definitiva, diseñar menos pero mejor..."
Laura M.
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