Martín Ribes |
A Martín Ribes le agradezco la experiencia de sentir el animal de poder y la aportación de este relato sobre el sueño lúcido.
El sueño lúcido
Me encuentro en mi lugar de poder, la playa de mi infancia donde he disfrutado de momentos muy felices, un espacio en donde me siento seguro y protegido. Mirando al cielo, verbalizo mi propósito de conectar con mi animal de poder y mis guías para que me muestren de dónde viene esta falta de alegría que siento últimamente y que me acecha sin motivo aparente. Pido que se resuelva esta inquietud y, de paso, me comuniquen si tienen algún mensaje para mí, qué he de saber en este momento de mi vida en el que me encuentro.
Habiendo lanzado mi intención al universo, a mi Ser Interior, aguardo en mi playa en quietud… y un enorme Águila aparece. Aterriza a mi lado. Telepáticamente me comunica: “sube, Martín, nos vamos de aventuras”. Montado en su lomo, emprendemos el vuelo y se despierta en mí una sensación de libertad, fuerza y seguridad no experimentadas durante mucho tiempo. Desde las alturas observo al mundo, al hombre y sus dinámicas.
Águila (lo escribo sin artículo pues representa a la Gente Águila), sin hablar, me muestra que los problemas no lo son tanto si los miramos desde otro lugar, teniendo otra perspectiva de los acontecimientos. Y así lo siento. Agradezco este mensaje en estos tiempos en los que “creo” que tengo problemas en lugar de retos.
Seguimos volando y, a lo lejos, diviso la casa donde vivía cuando tenía seis años de edad. Águila me deja en la entrada de la casa y, de imprevisto, un miedo me invade. Respiro profundamente y permito que ese miedo se manifieste, le doy espacio, lo respiro. Busco los ojos de mi animal de poder y éste con su mirada me provee de fuerza y seguridad, a la vez que me anima a entrar en la casa. Al adentrarme me vienen algunos recuerdos de la infancia unidos a sentimientos, de los que me hago consciente. Recorro la casa y percibo que he de entrar en la habitación de mis padres. Así lo hago. Una vez dentro, veo sentada en la cama a mi madre. Su expresión es triste, está llorando. Me veo a mí, como un niño se seis años, a su lado. En mi visión observo su tristeza representada con una neblina un tanto oscura que sale de ella e invade al niño. De repente, me sobrevienen imágenes de la II Guerra Mundial: destrucción, muerte, bombas, disparos… Extrañamente no siento emoción alguna; simplemente observo. Me hago consciente de que he heredado parte de la experiencia de mi madre en la guerra y sus consecuencias emocionales. Vuelvo a la imagen junto a mi madre y en la escena aparece un hermoso Unicornio blanco. Éste se acerca y acaricia al niño Martín. La neblina – tristeza se disipa y oigo: “Aunque hayas heredado parte de esta tristeza, ésta puede ser transmutada y liberada, pues no es tuya”. Me viene a la mente el concepto del karma. Tras oír el mensaje, mi madre se convierte en Mariposa y echa a volar, sale por la ventana y al llegar al cielo se transforma en una especie de purpurina que cae por toda la casa. Esta imagen provoca en mí un maravilloso estado de gracia y alegría que recorre todo mi cuerpo físico y emocional.
Sonrío interiormente y cae una lágrima.
Aparezco de adulto en la escena y tomo al niño en brazos. Lo acaricio y le procuro todo el amor incondicional que necesita. Siento que ese niño, por haber estado con “Tristeza”, había sido olvidado y abandonado en los sótanos de mi alma y que, ahora, lo estaba recuperando para poder evolucionar hacia un Yo más completo y profundo. Mi cuerpo se abre en dos como una fruta partida por la mitad. Veo que mi interior es todo Luz. El niño entra en mí y nos fundimos.
Junto a Unicornio salgo de nuevo al exterior donde me espera Águila que, repentinamente, se convierte en un chamán. Es un indio nativo americano y me inspira la misma confianza que el Águila. Tienen la misma energía. Son el mismo. El chamán me dice que se hace llamar Huancayo y que es uno de mis maestros guía en esta realidad, la no ordinaria, en la que me hallo. Huancayo enciende un gran fuego y me pide que me arroje a él. Mi corazón me dice que he de hacerlo y así procedo. Siento físicamente un calor agradable. El fuego quema mi cuerpo que se extingue quedando únicamente mi Esencia en forma de esfera de energía. Dentro de esa esfera crece un bebé que se va transformando en adulto: estoy asistiendo al parto de un nuevo Yo más evolucionado y más alegre. Me noto con mucha fuerza y seguridad. Mis ojos se dirigen a Unicornio que me devuelve la mirada, me sonríe y parte. Ahora soy yo el que me convierto en Águila. Alzo el vuelo y me dirijo de vuelta a mi lugar de poder. Respiro profundamente y tomo conciencia de mi cuerpo, del espacio que ocupo, de mi Yo en la realidad ordinaria, a la que también pertenezco, y abro los ojos.
Me incorporo y dedico unos minutos a meditar con Atención Plena.
Respiro.
Observo.
Integro.
Gracias maestros y guías que yo soy,
Ahó!
Respiro.
Observo.
Integro.
Gracias maestros y guías que yo soy,
Ahó!
Martín Ribes
Terapeuta Chamánico y Transpersonal.
Formador en Chamanismo Práctico.
Terapeuta Chamánico y Transpersonal.
Formador en Chamanismo Práctico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario