Rosa Gómez Casañ |
Ana Castellano me presentó a Rosa y se abrieron las puertas de la comprensión de la kabbalah. Rosa es una persona angelical, de profundos y extensos conocimientos, sabia, que con su magisterio nos dirige con sencillez hacia la toma de consciencia del sentido de la vida y a ponernos en acción, sin dilación.
Tikún
En algún momento de la vida del ser humano este se pregunta ¿quién soy? Y después se pregunta, antes o después ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Cada uno somos un ser único y especial creado a imagen y semejanza del Creador, por lo que nuestra potencialidad es infinita, sólo que nuestra educación (de E-DUCERE ‘sacar de dentro’) puede haber seguido o no el sentido etimológico. Si nos metieron, a veces con saña, muchos conocimientos, actuaron en dirección contraria a nuestra esencia y no sacaron de nosotros lo mejor de cada uno de nosotros. La esencia de la educación debe ser sacar lo que llevamos dentro, no se trata de poner nada, sino de extraer en función de nuestro propios dones y talentos, contribuir a que los descubramos y desarrollemos cualidades a partir de ellos, sólo de este modo estaremos en la dirección correcta para poder desarrollar nuestro propósito como almas.
Cuando fuimos creados Dios preguntó a nuestra alma: ¿de qué problema te quieres encargar? Y en función de nuestra respuesta, nos dotó de unos dones y talentos que nos permitieran contribuir a perfeccionar el mundo.
A lo largo de nuestras vidas hemos desarrollado cualidades en función de nuestros dones y talentos cuyo objetivo era cumplir nuestro tikún (el propósito del conjunto de nuestras reencarnaciones). Por ello, nuestra encarnación presente contiene tanto el propósito de esta vida presente como el propósito de nuestro conjunto de nuestras reencarnaciones. El propósito de nuestra vida presente se puede estudiar entre otras cosas con la astrología fijándose específicamente en los nodos lunares: el nodo sur nos indica de dónde venimos y el nodo norte hacia dónde debemos evolucionar.
Siendo muy joven, mi padre me decía dedícate a lo que más te gusta, porque en el trabajo se pasa un tercio de la vida y si te dedicas a algo que no te gusta, este se te hará muy pesado y cansado. Si te dedicas a algo que te gusta, me decía, el trabajo será un regalo, algo a lo que irás motivada y entusiasmada y de lo que no volverás cansada a casa. Mi padre me proponía que encontrara lo que Ken Robinson llama “El elemento”.
Nuestro tikún es siempre lo que mejor se nos da hacer, lo que más nos gusta y lo que más nos divierte hacer y si no cumple estas tres condiciones es que no es nuestro tikún, de modo que deberemos seguir buscando hasta encontrarlo y contribuir con ello al mundo. La kabbalah responde con precisión a esto, aunque a veces las personas ni siquiera quieren conocer su tikún, porque saber cuál es supone ponerse a hacerlo.
Para encontrar esto necesitamos probar a hacer muchas cosas diferentes: desde cocinar a bailar pasando por la filosofía, la filología o la estrategia y terminando por pintar.
Los niños deberían tener la oportunidad de poder experimentar actividades muy diversas para poder descubrir qué es aquello que ha venido a hacer al mundo. Y nosotros mismos deberíamos darnos la oportunidad de aprender distintas materias hasta encontrar cuál es aquella actividad que realmente mejor se nos da, más nos gusta y con la que más disfrutamos. Y dicha actividad constituye siempre una mejora al mundo, ya que este no fue creado perfecto para que de una parte sintiéramos la necesidad de volver a nuestro origen y de buscar cómo volver y de otra que descubriéramos cuál es el medio a través del cuál contribuimos a nuestro perfeccionamiento como humanos y al perfeccionamiento del mundo.
Y hay un paso que la kabbalah nos indica que debemos dar en nuestro camino que va del recibir para nosotros mismos al de recibir para dar, que podríamos resumir en pasar de ser reactivos a ser proactivos.
Nuestra contribución al mundo está relacionada con sacar a la Shejinah, la Divina Princesa, la presencia Femenina Divina en la tierra, del exilio en que la tiene encerrada el dragón de la ignorancia. De modo, que contribuir al mundo siempre es un servicio hacia los demás que implica salir de la ignorancia, cada uno contribuirá a salir de una parcela de la ignorancia aportando algo nuevo que tiene la obligación de transmitir a las generaciones venideras, bien mediante la enseñanza, bien dejándolo por escrito aquella contribución que hemos venido a hacer.
En unas ocasiones nuestro tikún requiere limpiar de errores el camino previo antes de poder hacer nuestra contribución al mundo, en otras podremos directamente contribuir sin necesidad de eliminar primero el chapapote que cubre la verdad descubriendo las no-verdades en nosotros mismos y en nuestro entorno. Nuestro propio trabajo personal interno será siempre necesario para salir del laberinto espiritual para alcanzar la verdadera libertad y desde ella llegar a nuestra realización. Es por ello, necesario limpiar la ciénaga apestosa del subconsciente (7/8 de lo que somos) para sacar a la supraconsciencia lo mejor de nosotros mismos y darlo al mundo y siendo tu mejor versión estarás realizando tu tikún. Todo lo que sale de nuestro subconsciente a nuestro consciente es nuestra supraconsciencia ¿A qué esperas para hacerlo?
Cuando fuimos creados Dios preguntó a nuestra alma: ¿de qué problema te quieres encargar? Y en función de nuestra respuesta, nos dotó de unos dones y talentos que nos permitieran contribuir a perfeccionar el mundo.
A lo largo de nuestras vidas hemos desarrollado cualidades en función de nuestros dones y talentos cuyo objetivo era cumplir nuestro tikún (el propósito del conjunto de nuestras reencarnaciones). Por ello, nuestra encarnación presente contiene tanto el propósito de esta vida presente como el propósito de nuestro conjunto de nuestras reencarnaciones. El propósito de nuestra vida presente se puede estudiar entre otras cosas con la astrología fijándose específicamente en los nodos lunares: el nodo sur nos indica de dónde venimos y el nodo norte hacia dónde debemos evolucionar.
Siendo muy joven, mi padre me decía dedícate a lo que más te gusta, porque en el trabajo se pasa un tercio de la vida y si te dedicas a algo que no te gusta, este se te hará muy pesado y cansado. Si te dedicas a algo que te gusta, me decía, el trabajo será un regalo, algo a lo que irás motivada y entusiasmada y de lo que no volverás cansada a casa. Mi padre me proponía que encontrara lo que Ken Robinson llama “El elemento”.
Nuestro tikún es siempre lo que mejor se nos da hacer, lo que más nos gusta y lo que más nos divierte hacer y si no cumple estas tres condiciones es que no es nuestro tikún, de modo que deberemos seguir buscando hasta encontrarlo y contribuir con ello al mundo. La kabbalah responde con precisión a esto, aunque a veces las personas ni siquiera quieren conocer su tikún, porque saber cuál es supone ponerse a hacerlo.
Para encontrar esto necesitamos probar a hacer muchas cosas diferentes: desde cocinar a bailar pasando por la filosofía, la filología o la estrategia y terminando por pintar.
Los niños deberían tener la oportunidad de poder experimentar actividades muy diversas para poder descubrir qué es aquello que ha venido a hacer al mundo. Y nosotros mismos deberíamos darnos la oportunidad de aprender distintas materias hasta encontrar cuál es aquella actividad que realmente mejor se nos da, más nos gusta y con la que más disfrutamos. Y dicha actividad constituye siempre una mejora al mundo, ya que este no fue creado perfecto para que de una parte sintiéramos la necesidad de volver a nuestro origen y de buscar cómo volver y de otra que descubriéramos cuál es el medio a través del cuál contribuimos a nuestro perfeccionamiento como humanos y al perfeccionamiento del mundo.
Y hay un paso que la kabbalah nos indica que debemos dar en nuestro camino que va del recibir para nosotros mismos al de recibir para dar, que podríamos resumir en pasar de ser reactivos a ser proactivos.
Nuestra contribución al mundo está relacionada con sacar a la Shejinah, la Divina Princesa, la presencia Femenina Divina en la tierra, del exilio en que la tiene encerrada el dragón de la ignorancia. De modo, que contribuir al mundo siempre es un servicio hacia los demás que implica salir de la ignorancia, cada uno contribuirá a salir de una parcela de la ignorancia aportando algo nuevo que tiene la obligación de transmitir a las generaciones venideras, bien mediante la enseñanza, bien dejándolo por escrito aquella contribución que hemos venido a hacer.
En unas ocasiones nuestro tikún requiere limpiar de errores el camino previo antes de poder hacer nuestra contribución al mundo, en otras podremos directamente contribuir sin necesidad de eliminar primero el chapapote que cubre la verdad descubriendo las no-verdades en nosotros mismos y en nuestro entorno. Nuestro propio trabajo personal interno será siempre necesario para salir del laberinto espiritual para alcanzar la verdadera libertad y desde ella llegar a nuestra realización. Es por ello, necesario limpiar la ciénaga apestosa del subconsciente (7/8 de lo que somos) para sacar a la supraconsciencia lo mejor de nosotros mismos y darlo al mundo y siendo tu mejor versión estarás realizando tu tikún. Todo lo que sale de nuestro subconsciente a nuestro consciente es nuestra supraconsciencia ¿A qué esperas para hacerlo?
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