Despidiendo la primavera
Renacer
Recuerdo los primeros días de confinamiento que nos dejaban salir solo un ratito al día y me iba a pasear al parque que me pillaba cerca de casa. No sé si era abril o mayo, la verdad. Lo que sí que recuerdo es que me sorprendí a mí misma descubriendo la primavera por primera vez,
o al menos esa fue mi sensación al ver de repente ese escenario lleno de vida, colores y posibilidad.
Aquel encierro impuesto durante semanas nos forzó a vivir el recogimiento que debería ser propio del invierno, dando opción a bajar el ritmo, abrir paso a la reflexión y mirarse los adentros. PARAR nos permite afrontar nuestra realidad, analizarla, desprenderse de lo que ya no nos sirve y continuar con la mochila más ligera.
Mientras la propia naturaleza nos invita a ello trayéndonos días fríos y con menos horas de luz, el sistema normaliza e impone producir exactamente con la misma energía todo el año.
¿Acaso la naturaleza (reino animal y vegetal) podría sostener una constante de la energía invertida en los meses de calor?
En aquellos paseos de una hora entendí que tal como pasa con las estaciones, la vida es de naturaleza cíclica y que necesitamos de muertes y renaceres constantes para poder avanzar.
Los ciclos nos permiten volver al mismo punto pero con una mirada mas experimentada, ayudándonos a entender e integrar mejor cada experiencia y el aprendizaje que conlleva.
Como me explicaba una buena amiga, el avance de la vida es más bien en espiral creciendo hacia arriba y no lineal como la entendemos.
Si supiéramos que la progresión lineal solo nos bloquea y estanca, dejaríamos de culparnos cada vez que creemos dar “un paso atrás”, nos permitiríamos disfrutar de muchas primaveras y renaceres personales y de todas las posibilidades que nos brinda cada fase del ciclo.
Y quizás con ese fluir, poco a poco nos vayamos sintiendo más cómodos en el momento presente sin tener la sensación de que en realidad deberíamos estar en otro punto vital… transitando el ahora como venga, sin expectativas, liberados por fin de la autoexigencia desmedida y del sentimiento de fracaso.
Laura Marín
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