Meditación y respiración acompasada en el hesicasmo.
El hesicasmo (del término hesychia) es la búsqueda de la paz por medio de la quietud. Se trata de una corriente espiritual que, dentro de la tradición cristiana oriental, va del siglo V, aproximadamente, hasta el XVIII, momento en que pasa a Occidente.
El hesicasmo da la primacía a lo pneumático y carismático sobre lo jerárquico e institucional; también a la contemplación sobre la teología y sobre la acción. Esta tradición, inicialmente eremítica y más tarde cenobítica, se mantiene todavía hoy entre los ortodoxos, particularmente en el Monte Athos.
Los hesicastas fueron acusados en su día de quietismo y de subjetivismo, imputaciones a las que, de un modo u otro, siempre han tenido que hacer frente los movimientos netamente espirituales. Y se defendió poniendo de manifiesto cómo su práctica les conducía al ejercicio de la caridad y a la recta doctrina. El movimiento hesicasta reapareció en el siglo XVIII, cuando un monje de Athos hizo editar la Filocalia, un compendio de textos sobre el poder de la recitación del nombre y de la atención al corazón.
Se ha dicho que el hesicasmo constituye algo así como la contrapartida cristiana del yoga, pues sitúa la exploración de la interioridad en relación con la corporeidad (en particular con la quietud y la respiración).
Porque conjuga las tres dimensiones de la persona y por la fuerza que le da su simplicidad, esta oración es hoy, seguramente, capaz de entusiasmar de nuevo a los buscadores del espíritu.
Los pensamientos no son intrínsecamente malos, pero algunos llegan a serlo si tienden a la obsesión o a la pasión. ¿Cómo controlarlos? He aquí una técnica elaborada por los Padres del desierto: la custodia del corazón, que se acerca, en ciertos aspectos, a la meditación contemporánea.
Convencidos de la íntima unión entre cuerpo, alma y espíritu, los Padres del desierto, que podrían calificarse como los primeros terapeutas, elaboraron recomendaciones para curar “enfermedades del alma”.
Los pensamientos no son intrínsecamente malos, pero algunos llegan a serlo si tienden a la obsesión o a la pasión. ¿Cómo controlarlos? He aquí una técnica elaborada por los Padres del desierto: la custodia del corazón, que se acerca, en ciertos aspectos, a la meditación contemporánea.
Convencidos de la íntima unión entre cuerpo, alma y espíritu, los Padres del desierto, que podrían calificarse como los primeros terapeutas, elaboraron recomendaciones para curar “enfermedades del alma”.
Entre estas recomendaciones se encuentra el control de los pensamientos, a través de cierto método: la custodia del corazón. Jean-Guilhem Xerri, psicoanalista y biólogo médico, desarrolla esta práctica en su libro Petit traité d’écologie intérieure : Prenez soin de votre âme (ed. Le Cerf).
¿Por qué controlar los pensamientos?
Según los Padres del desierto, los pensamientos no controlados son el origen de ciertas enfermedades del alma. Ellos identificaron ocho enfermedades noopsíquicas, de origen espiritual, clasificadas por Evagrio: la codicia de cualquier tipo, la relación patológica con el sexo, la relación patológica con el dinero, la tristeza, la agresividad, la acedia (dolor del alma expresado por el aburrimiento, la pereza), la vanidad y el orgullo.
Los Padres del desierto recomendaban varios métodos para llegar a este estado: la custodia del corazón, la sobriedad, la hospitalidad y las prácticas meditativas.
Los Padres del desierto recomendaban varios métodos para llegar a este estado: la custodia del corazón, la sobriedad, la hospitalidad y las prácticas meditativas.
¿Qué es la custodia del corazón?
La custodia del corazón, en griego nepsis (vigilancia), es la atención prestada a todo lo que sucede en nuestro corazón. Es un método espiritual dirigido a liberar a la persona de los pensamientos malos o apasionados. Nos invita a observar los pensamientos que penetran en nuestra alma y a discernir los buenos de los malos.
“Presta atención a ti mismo, sé el guardián de tu corazón y no permitas que ningún pensamiento entre en él sin cuestionarlo”.
Porque, según precisa Jean-Guilhem Xerri, “los Ancianos constatan que los pensamientos sanos conducen a un estado pacífico, los otros, a un estado turbado”.
Mila Alagarda
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