Lección 357 en audio-vídeo/Lina Custode |
Lección 357
La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo en primer lugar con milagros, y retornando luego a nosotros para ser ella misma.
14. ¿Qué soy?
1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.
2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.
3. Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.
4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.
5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.
2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.
3. Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.
4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.
5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
Lección 357
La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo en primer lugar con milagros, y retornando luego a nosotros para ser ella misma.
1. El perdón -el reflejo de la verdad- me enseña cómo ofrecer milagros y así escapar de la prisión en la que creo vivir. Tu santo Hijo me es señalado, primero en mi hermano, y después en mí. Tu Voz me enseña con gran paciencia a oír Tu Palabra y a dar tal como recibo. Y conforme contemplo a Tu Hijo hoy, oigo Tu Voz indicándome la manera de llegar a Ti, tal como Tú dispusiste que ésta debía ser:
"Contempla su impecabilidad y sé curado".
Lección 357 en mente uno. (Clic)
Citas. Unión e indivisibilidad:
El Espíritu Santo nunca utiliza substitutos. En cualquier situación en la que el ego percibe a una persona como substituto de otra, el Espíritu Santo sólo ve su unión e indivisibilidad. Él no elige entre ellas, pues sabe que son una sola. Al estar unidas, son una sola porque son lo mismo. La substitución es claramente un proceso en el que se perciben como si fuesen diferentes. El deseo del Espíritu Santo es unir, el del ego, separar. Nada puede interponerse entre lo que Dios ha unido y el Espíritu Santo considera uno. Pero todo parece interponerse en las relaciones fragmentadas que el ego patrocina a fin de destruirlas.
T-18.I.2 (Texto, capítulo 18, apartado I.2).
MANUAL DEL MAESTRO
4. ¿Cuáles son las características de los maestros de Dios?
V. Júbilo
1. El júbilo es el resultado inevitable de la mansedumbre. La mansedumbre significa que el miedo
es ahora imposible. ¿Qué podría entonces obstaculizar el júbilo? Las manos abiertas de la
mansedumbre están siempre colmadas. Los mansos no experimentan dolor. No pueden sufrir.
¿Cómo no habrían de ser felices? Están seguros de que son amados y de que, por lo tanto, están a
salvo. El júbilo va unido a la mansedumbre tan inevitablemente como el pesar acompaña al ataque.
Los maestros de Dios confían en Él y están seguros de que Su Maestro va delante de ellos,
asegurándose de que no les acontezca ningún daño. Disponen de Sus dones y siguen Su camino
porque la Voz de Dios los dirige en todo. El júbilo es su himno de gratitud. Y Cristo los contempla
también con agradecimiento. La necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos
tienen de Él. ¡Qué gozo tan inmenso compartir el propósito de la salvación!
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