Lección 335 en audio-vídeo/Lina Custode |
Lección 335
12. ¿Qué es el ego?
1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. Es la “voluntad” que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la “prueba” de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.
2. El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible autonomía “ve” que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.
3. El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.
5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la obscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él.
Lección 335
Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.
1. Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.
2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.
El ego trata de "resolver" sus problemas, no en su punto de origen, sino donde no fueron concebidos. Y así es como trata de garantizar que no tengan solución. Lo único que el Espíritu Santo desea es resolver todo completa y perfectamente, de modo que busca y halla la fuente de los problemas allí donde ésta se encuentra, y allí mismo la deshace. Y con cada paso del proceso de deshacer que Él lleva a cabo, la separación se va deshaciendo más y más, y la unión se vuelve cada vez más inminente. Ninguna "razón" que hable en favor de la separación le causa confusión alguna. Lo único que percibe en la separación es que tiene que ser des-hecha. Permite que Él descubra la chispa de belleza que se encuentra oculta en tus relaciones y te la revele. Su belleza te atraerá tanto, que no estarás dispuesto a perderla de vista nuevamente. Y dejarás que esta chispa transforme la relación de modo que la puedas ver más y más. Pues la desearás más y más, y estarás cada vez menos dispuesto a que esté oculta de ti. Y aprenderás a buscar y a establecer las condiciones en las que esta belleza se puede ver.
T-17.III.6 (Texto, capítulo 17, apartado III, párrafo 6).
MANUAL DEL MAESTRO
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