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domingo, 19 de diciembre de 2021

Lección 353/Libro de Ejercicios de UCDM

Lección 353 en audio-vídeo/Lina Custode




Lección 353



Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.



14. ¿Qué soy?

1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.





Lección 353

Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.





1. Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propó­sito. Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser.






Citas.  Poder:


El poder que se ha depositado en ti, en quien se ha establecido el objetivo del Espíritu Santo, transciende tanto tu limitada concepción de lo infinito, que no tienes idea de la magnitud de la fuerza que te acompaña. Y puedes usar esta fuerza con perfecta seguridad. No obstante, a pesar de su extraordinario poder, tan grande que se extiende allende las estrellas hasta el universo que se encuentra más allá de ellas, tu insignificante falta de fe la puede neutralizar, si en su lugar prefieres valerte de tu falta de fe.   

T-17.VII.2:1 (Texto, capítulo 17, apartado VII, párrafo 2, oración 1).





MANUAL DEL MAESTRO 


4. ¿Cuáles son las características de los maestros de Dios? 

 
 I. Confianza 

2. Una vez que hemos experimentado ese Poder, es imposible volver a confiar en nuestra insignificante fuerza propia. ¿Quién trataría de volar con las minúsculas alas de un gorrión, cuando se le ha dado el formidable poder de un águila? ¿Y quién pondría su fe en las miserables ofrendas del ego, cuando los dones de Dios se encuentran desplegados ante él? ¿Qué induce a los maestros de Dios a efectuar ese cambio?

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