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miércoles, 22 de diciembre de 2021

Lección 356/Libro de Ejercicios de UCDM

Lección 356 en audio-vídeo/Lina Custode


Lección 356


La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él.




14. ¿Qué soy?

1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.





Lección 356

La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él.




1. Padre, prometiste que jamás dejarías de contestar cualquier petición que Tu Hijo pudiese hacerte. No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea haberse convertido. Él es Tu Hijo, y Tú le con­testarás. El milagro es un reflejo de Tu Amor, y, por lo tanto, es la contestación que él recibe. Tu Nombre reemplaza a todo pensamiento de pecado, y aquel que es inocente jamás puede sufrir dolor alguno. Tu Nombre es la respuesta que le das a Tu Hijo porque al invocar Tu Nom­bre él invoca el suyo propio.









Citas.  Substituir:


Substituir es aceptar una cosa por otra. Sólo con que examinases exactamente lo que esto implica, percibirías de inmediato cuánto difiere del objetivo que el Espíritu Santo te ha dado y quiere alcanzar por ti. Substituir es elegir entre dos opciones, renunciando a un aspecto de la Filiación en favor de otro. Para este propósito especial, uno de ellos se juzga como más valioso y reemplaza al otro. La relación en la que la substitución tuvo lugar queda de este modo fragmentada, y, consecuentemente, su propósito queda dividido. Fragmentar es excluir, y la substitución es la defensa más potente que el ego tiene para mantener vigente la separación.  

T-18.I.1 (Texto, capítulo 18, apartado I.1).





MANUAL DEL MAESTRO 


4. ¿Cuáles son las características de los maestros de Dios? 


IV. Mansedumbre 

1. Para los maestros de Dios el daño es algo imposible. No pueden infligirlo ni sufrirlo. El daño es el resultado de juzgar. Es el acto deshonesto que sigue a un pensamiento deshonesto. Es un veredicto de culpabilidad contra un hermano, y por ende, contra uno mismo. Representa el fin de la paz y la negación del aprendizaje. Demuestra la ausencia del plan de aprendizaje de Dios y el hecho de haber sido substituido por la demencia. Todo maestro de Dios tiene que aprender -y bastante pronto en su proceso de formación- que hacer daño borra completamente su función de su conciencia. Hacer daño le confundirá, le hará abrigar sospechas y sentir ira y temor. Hará que le resulte imposible aprender las lecciones del Espíritu Santo. Tampoco podrá oír al Maestro de Dios, Quien sólo puede ser oído por aquellos que se dan cuenta de que hacer daño, de hecho, no lleva a ninguna parte, y de que nada provechoso puede proceder de ello. Los maestros de Dios, por lo tanto, son completamente mansos.

2. (...) El poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre, pues han entendido que los pensamientos de maldad no emanan del Hijo de Dios ni de su Creador. Por lo tanto, unen sus pensamientos a Aquel que es su Fuente. Y así, su voluntad, que siempre fue la de Dios, queda libre para ser como es.

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