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jueves, 8 de julio de 2021

Lección 189/Libro de Ejercicios de UCDM

Lección 189 en vídeo-audio



Lección 189


Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora.





1. Hay una luz en ti que el mundo no puede percibir. Y con sus ojos no la podrás ver, pues estás cegado por él. No obstante, tienes ojos con los que poder verla. Está ahí para que la contemples. No se puso en ti para que se mantuviese oculta de tu vista. Esta luz es un reflejo del pensamiento con el que practicamos ahora. Sentir el Amor de Dios dentro de ti es ver el mundo renovado, radiante de Inocencia, lleno de esperanza y bendecido con perfecta caridad y amor.

2. ¿Quién podría sentir temor en un mundo así? Dicho mundo te da la bienvenida, se regocija que hayas venido y te canta alabanzas mientras te mantiene a salvo de cualquier peligro o dolor. Te ofrece un hogar cálido y tranquilo en el que permanecer por un tiempo. Te bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual silencioso guardián de tu sueño santo. Ve en ti la salvación, y protege la luz que mora en ti, en la que ve la suya propia. Te ofrece sus flores y su nieve como muestra de agradecimiento por tu benevolencia.

3. Éste es el mundo que el Amor de Dios revela. Es tan diferente del mundo que ves a través de los enturbiados ojos de la malicia y del miedo, que uno desmiente al otro. Sólo uno de ellos puede percibirse en absoluto. El otro no tiene ningún significado. A aquellos que ven surgir del ataque un mundo de odio listo para vengarse, asesinar y destruir, les resulta inconcebible la idea de un mundo en el que el perdón resplandece sobre todas las cosas y la paz ofrece su dulce luz a todo el mundo.

4. Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible e inconcebible para aquellos que sienten dentro de sí el Amor de Dios. Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos; la tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor; la dicha con la que miran hacia afuera desde los inagotables manantiales de dicha en su interior. Contemplan lo que han sentido dentro de sí, y ven su inequívoco reflejo por todas partes.

5. ¿Cuál de ellos quieres ver? Eres libre de elegir. Mas debes conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se olvide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. Si el odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo temible, atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras de la muerte. Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, contemplarás un mundo de misericordia y de amor.

6. Hoy pasamos de largo las ilusiones, según intentamos llegar hasta lo que es verdad en nosotros y sentir su infinita ternura, su Amor que sabe que somos tan perfectos como él mismo, y su visión, el don que su Amor nos ofrece. Hoy aprenderemos el camino, el cual es tan seguro como el Amor mismo, al que nos conduce. Pues su sencillez nos protege de las trampas que las descabelladas complicaciones del aparente razonar del mundo tienen como propósito ocultar.

7. Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su proce­dencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios.

8. ¿No es acaso Él Quien sabe cómo llegar a ti? Tú no necesitas saber cómo llegar a Él. Tu papel consiste simplemente en permitir que todos los obstáculos que has interpuesto entre el Hijo y Dios el Padre sean eliminados silenciosamente para siempre. Dios hará lo que le corresponde hacer en gozosa e inmediata respuesta. Pide y recibirás. Mas no vengas con exigencias, ni le señales el camino por donde Él debe aparecer ante ti. La manera de llegar a Él es simplemente dejando que Él sea lo que es. Pues de esa forma se proclama también tu realidad.

9. Así pues, hoy no elegiremos el camino por el que vamos a Él. Pero sí elegimos dejar que Él venga a nosotros. Y con esta deci­sión descansamos. Su Amor se abrirá paso por su cuenta en nues­tros corazones serenos y en nuestras mentes abiertas. Es induda­ble que lo que no ha sido negado se encuentra ahí, si es que es verdad y puede alcanzarse. Dios conoce a Su Hijo y sabe cómo llegar a él. No necesita que Su Hijo le muestre el camino. A tra­vés de cada puerta abierta Su Amor refulge hacia afuera desde su hogar interno e ilumina al mundo con inocencia.

10. Padre, no sabemos cómo llegar a Ti. Pero te hemos llamado y Tú nos has contestado. No interferiremos. Los caminos de la salvación no son nuestros, pues te pertenecen a Ti. Y es a Ti a donde vamos para encontrarlos. Nuestras manos están abiertas para recibir Tus dones. No tenemos ningún pensamiento que no pensemos contigo, ni abrigamos creencia alguna con respecto a lo que somos o a Quién nos creó. Tuyo es el camino que queremos hallar y seguir. Y sólo pedimos que Tu Volun­tad, que también es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que éste pase a formar parte del Cielo. Amén.



Lección 189 en mente uno. (Clic).




Comentario de Jorge Pellicer.




Citas.    El poder del amor: 


La resurrección es el símbolo de la liberación de la culpabilidad por medio de la inocencia. Tú crucificarías a todo aquel a quien percibes como culpable. Mas le devuelves la inocencia a todo aquel a quien consideras inocente. La crucifixión es siempre la meta del ego, que considera a todo el mundo culpable, y mediante su condenación procura matar. El Espíritu Santo sólo ve inocencia, y mediante Su dulzura Él desea liberarte del miedo y re-establecer el reino del amor. El poder del amor reside en Su dulzura, que es de Dios y, por lo tanto, no puede crucificar ni ser crucificada. El templo que restauras se convierte en tu altar, pues fue reconstruido a través de ti. Todo lo que le das a Dios es tuyo. Así es como Él crea, y así es como tú debes restaurar.
 
T-14.V.8:3-11 (Texto , capítulo 14, apartado V, párrafo 8: oraciones 3 a 11). 




PSICOTERAPIA 


2. EL PROCESO DE LA PSICOTERAPIA

IV. El proceso de la enfermedad. 

2. Una vez que el Hijo de Dios se ve culpable, la enfermedad no se puede evitar. Se ha pedido y se recibirá. Y todos los que piden la enfermedad se han condenado ahora a sí mismos a buscar remedios que no les pueden ayudar, pues su fe está puesta en la enfermedad y no en la salvación. No puede haber nada que un cambio de mentalidad no pueda afectar, pues todas las cosas externas son sólo sombras de una decisión ya tomada. Si se cambia la decisión, ¿cómo puede su sombra permanecer sin cambio? La enfermedad no puede ser sino la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo puede ser su sombra sino deforme?

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