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miércoles, 27 de marzo de 2013

"Tema de temas"


Desierto de Sonora, México

“La revolución de los chamanes, es que se rehusan honrar acuerdos en los que no han participado.
Nadie me preguntó si consentía ser comido por seres de otra clase de conciencia.”




Al leer El lado activo del infinito descubrí el “tema de temas” de los chamanes del antiguo México.
El lado activo del infinito describe los hechos memorables que don Juan Matus animó a recopilar a Carlos Castaneda.

Los textos que se presentan a continuación están tomados del capítulo Sombras de barro de la obra citada.


Cae la oscuridad de la noche y Don Juan le pide a Castaneda que trate de ver con el rabillo del ojo una sombra fugaz negra, cuando Castaneda ve “una extraña sombra fugaz negra” don Juan le dice “Los chamanes del México antiguo fueron los primeros que vieron esas sombras fugaces, así es que las siguieron. Las vieron como tú las viste hoy, y las vieron como energía que fluye en el universo. Y, sí, descubrieron algo transcendental... Descubrieron que tenemos un compañero de por vida... Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente nos ordena que no lo hagamos... Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de temas. Me anduve con rodeos todo este tiempo, insinuándote que algo nos tiene prisioneros. ¡Desde luego que algo nos tiene prisioneros! Esto era un hecho energético para los chamanes del México antiguo.”

Cuando Castaneda exige una explicación lógica a por qué el predador ha tomado posesión de los seres humanos, don Juan le replica “Hay una explicación, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque para ellos somos su sustento.”

Castaneda se mostraba incómodo y descontento, temblaba, se quejaba y se negaba a aceptar lo que don Juan le decía. Don Juan continuó “Quiero apelar a tu mente analítica. Piensa por un momento y dime cómo explicarías la contradicción entre la inteligencia del hombre-ingeniero y la estupidez de su sistema de creencias, o la estupidez de su comportamiento contradictorio. Los chamanes creen que los predadores nos han dado nuestro sistema de creencias, nuestras ideas acerca del bien y el mal, nuestras costumbres sociales. Ellos son los que establecieron nuestras esperanzas y expectativas, nuestros sueños de triunfo y fracaso. Nos otorgaron la codicia, la mezquindad y la cobardía. Es el predador el que nos hace complacientes, rutinarios y egomaniáticos.”

Castaneda pregunta, “¿Pero de qué manera pueden hacer esto, don Juan? ¿Susurran todo esto en nuestros oídos mientras dormimos?”

“No, no lo hacen de esa manera, ¡eso es una idiotez! Son infinitamente más eficaces y organizados que eso. Para mantenernos obedientes y débiles, los predadores se involucraron en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto desde el punto de vista de un estratega). Una maniobra horrible desde el punto de vista de quien la sufre. ¡Nos dieron su mente! ¿Me escuchas? Los predadores nos dieron su mente, que se vuelve nuestra mente. La mente del predador es barroca, contradictoria, mórbida, llena de miedo a ser descubierta en cualquier momento.
Aunque nunca has sufrido hambre, sé que tienes unas ansias continuas de comer, lo cual no es sino las ansias del predador que teme que en cualquier momento su maniobra será descubierta y la comida le será negada. A través de la mente, que después de todo es su mente, los predadores inyectan en las vidas de los seres humanos lo que sea conveniente para ellos. Y se garantizan a ellos mismos, de esta manera, un grado de seguridad que actúa como amortiguador de su miedo.”

“Si es cierto que nos comen, ¿cómo lo hacen?”


Don Juan con una sonrisa de oreja a oreja le explicó que “los chamanes ven a los niños humanos como extrañas bolas luminosas de energía cubiertas de arriba abajo con una capa brillante, algo así como una cobertura plástica que se ajusta de forma ceñida sobre su capullo de energía... esa capa brillante de conciencia era lo que los predadores consumían... y que cuando un ser humano llegaba a ser adulto, todo lo que quedaba de esa capa brillante de conciencia era una angosta franja que se elevaba desde el suelo hasta por encima de los dedos de los pies. Esa franja permitía al ser humano continuar vivo, pero sólo apenas.”

Hasta donde don Juan sabía “la humanidad era la única especie que tenía la capa brillante de conciencia por fuera del capullo luminoso. Por lo tanto se volvió presa fácil para una conciencia de distinto orden, tal como la pesada conciencia del predador... esta angosta franja de conciencia era el epicentro donde el ser humano estaba atrapado sin remedio. Aprovechándose del único punto de conciencia que nos queda, los predadores crean llamaradas de conciencia que proceden a consumir de manera despiadada y predatorial. Nos otorgan problemas banales que fuerzan a esas llamaradas de conciencia a crecer, y de esa manera nos mantiene vivos para alimentarse con la llamarada energética de nuestras pseudo-preocupaciones”.

Tras una pausa, Castaneda se recupera y le pregunta a don Juan, por qué si los chamanes del México antiguo, y todos los chamanes de la actualidad, ven a los predadores no hacen nada al respecto. Don Juan contesta que “todo lo que podemos hacer es disciplinarnos hasta el punto de que no nos toquen. ¿Cómo puedes pedirles a tus semejantes que atraviesen los mismos rigores de la disciplina? Se reirán y se burlarán de ti, y los más agresivos te darán una patada en el culo. Y no tanto porque no te crean. En lo más profundo de cada ser humano, hay un saber ancestral, visceral acerca de la existencia del predador.”

Castaneda escribe “Lo que don Juan estaba afirmando era absurdo e increíble. Al mismo tiempo, era algo de lo más razonable, tan simple. Explicaba cada contradicción humana que se me pudiera ocurrir.”

Castaneda está perdido en sus cábalas, don Juan Matus le anima a hacer algo pragmático, “Apaga la luz. Perfora la oscuridad. Averigua qué puedes ver.”... “Viste las sombras fugaces contra los árboles. Estuviste muy bien. Ahora me gustaría que las vieras en esta habitación. No estás viendo nada. Simplemente estás captando imágenes fugaces. Tienes suficiente energía para hacerlo”.

Don Juan se levanta, apaga la luz y Castaneda se pone a gritar “a grito pelado. No sólo capté la visión de esas imágenes fugaces, sino que las oí zumbando en mis oídos”. Don Juan prendió la luz mientras se doblaba de risa.

Don Juan dice “¡Qué tipo temperamental! Un completo incrédulo, por un lado, y por el otro un pragmatista. Tienes que arreglar esta lucha interna. Si no, vas a hincharte y reventar como sapo.”

Don Juan continúa “Los chamanes del México antiguo vieron al predador. Lo llamaron el volador porque brinca en el aire. No es nada lindo. Es una enorme sombra, de una oscuridad impenetrable, una sombra negra que salta por el aire. Luego aterriza de plano en el suelo. Los chamanes del México antiguo estaban bastante inquietos con saber cuando había hecho su aparición en la Tierra. Razonaron que era que el hombre debía haber sido un ser completo en algún momento, con estupendas revelaciones, proezas de conciencia que hoy en día son leyendas mitológicas. Y luego todo parece desvanecerse y nos quedamos con un hombre sumiso.”

El autor retrata sus sentimientos en su literatura “¿Qué pasa si lo que él dice es verdad? Aquella noche, al tiempo que me hablaba, de todo corazón sentí que lo que me decía era verdad, pero al mismo tiempo y con igual fuerza, sentí que todo lo que me estaba diciendo era completamente absurdo.”

Don Juan continúa “no nos enfrentamos a un simple predador. Es muy ingenioso, y es organizado. Sigue un sistema metódico para volvernos inútiles. El hombre, el ser mágico que es nuestro destino alcanzar, ya no es mágico. Es un pedazo de carne. No hay más sueños para el hombre sino los sueños de un animal que está siendo criado para volverse un pedazo de carne: trillado, convencional, imbécil.”

A Castaneda le da la náusea, y se convulsiona, don Juan le sacude de los hombros y su discípulo se calma de inmediato. Don Juan continúa, “Este predador, que por supuesto es un ser inorgánico, no nos es del todo invisible, como lo son otros seres inorgánicos. Creo que de niños sí los vemos, y decidimos que son tan terroríficos que no queremos pensar en ellos. Los niños podrían, por supuesto, decidir enfocarse en esta visión, pero todo el mundo a su alrededor lo disuade de hacerlo.”

“La única alternativa que le queda a la humanidad es la disciplina. La disciplina es el único repelente. Pero con disciplina no me refiero a arduas rutinas. No me refiero a levantarse cada mañana a las cinco y media y darte baños de agua helada hasta ponerte azul. Los chamanes entienden por disciplina la capacidad de enfrentar con serenidad circunstancias que no están incluidas en nuestras expectativas. Para ellos, la disciplina es un arte: el arte de enfrentarse al infinito sin vacilar, no porque sean fuertes y duros, sino porque están llenos de asombro.”

– ¿De qué manera sería la disciplina de un brujo un repelente? –pregunta Castaneda.

– "Los chamanes dicen que la disciplina hace que la capa brillante de conciencia se vuelva desabrida al volador... El resultado es que los predadores se desconciertan. Una capa brillante de conciencia que sea incomible no es parte de su cognición, supongo. Una vez desconcertados, no les queda otra opción que discontinuar su nefasta tarea. Si los predadores no nos comen nuestra capa brillante de conciencia durante un tiempo ésta seguirá creciendo. Simplificando este asunto en extremo, te puedo decir que los chamanes, por medio de su disciplina, empujan a los predadores lo suficientemente lejos para permitir que su capa brillante de conciencia crezca más allá del nivel de los dedos de los pies. Una vez que pasa este nivel, crece hasta su tamaño natural. Los chamanes del México antiguo decían que la capa brillante de conciencia es como un árbol. Si no se lo poda, crece hasta su tamaño y volumen naturales. A medida que la conciencia alcanza niveles más altos que los dedos de los pies, tremendas maniobras de percepción se vuelven cosa corriente.”

“¿Qué qué significa usted con eso de agotar la mente del volador?”, pregunta Castaneda.

“El gran truco de esos chamanes de tiempos antiguos era sobrecargar la mente del volador con disciplina. Descubrieron que si agotaban la mente del volador con silencio interno, la instalación foránea saldría corriendo, dando al practicante envuelto en tal maniobra la total certeza del origen foráneo de la mente. La instalación foránea vuelve, te aseguro, pero no con la misma fuerza, y comienza un proceso en que la huida de la mente del volador se vuelve rutina, hasta que un día desaparece de forma permanente. ¡Un día de lo más triste! Ese es el día en que tienes que contar con tus propios recursos, que son prácticamente nulos. No hay nadie que te diga qué hacer. No hay una mente de origen foráneo que te dicte las imbecilidades a las que estás habituado”.

“Mi maestro, el nagual Julián, les advertía a todos sus discípulos que éste era el día más duro en la vida de un chamán, pues la verdadera mente que nos pertenece, la suma total de todas nuestras experiencias, después de toda una vida de dominación se ha vuelto tímida, insegura y evasiva. Personalmente, puedo decirte que la verdadera batalla de un chamán comienza en ese momento. El resto es mera preparación”.

“La disciplina definitivamente agota la mente foránea. Entonces, a través de su disciplina, los chamanes se deshacen de la instalación foránea.”

Relata Castaneda que “después de un instante de pánico, comencé a reír, como si don Juan me hubiera contado un chiste. Incluso me escuché decir, ¡Don Juan, don Juan, es usted incorregible!”

“Soy tan incorregible, que voy a darle a la mente del volador, que llevas dentro de ti, una sacudida más. Te voy a revelar unos de los secretos más extraordinarios de la brujería. Te voy a describir un hallazgo que les tomó a los chamanes miles de años para verificar y consolidar.”

“La mente del volador huye para siempre cuando un chamán logra asirse a la fuerza vibradora que nos mantiene unidos como conglomerado de fibras energéticas. Si un chamán mantiene esa presión durante suficiente tiempo, la mente del volador huye derrotada. Y eso es exactamente lo que vas a hacer: agarrarte a la energía que te mantiene unido.”

Castaneda informa “Algo en mí literalmente tembló, como si hubiera recibido una sacudida. Entré en un estado de miedo injustificado, el que inmediatamente relacioné con mi entrenamiento religioso.”

Don Juan tras mirarle de la cabeza a los pies afirma “Temes a la ira de Dios, ¿verdad? Quédate tranquilo, ese no es tu miedo. Es el temor del volador, que sabe que harás exactamente como te digo”.

Castaneda comienza a convulsionarse de manera involuntaria, don Juan le calma “No te preocupes. Sé de hecho que esos ataques se extinguen de lo más pronto. La mente del volador no tiene concentración alguna.”

Carlos Castaneda quería levantarse “de la silla y caminar por la habitación, pero estaba mortalmente asustado. Estaba lleno de aserciones racionales, y a la vez repleto de un miedo infantil. Comencé a respirar profundo, mientras un sudor frío me cubría todo el cuerpo. De alguna manera se había desatado en mí una horrenda visión: sombras negras, fugaces, brincando, a mi alrededor, dondequiera que mirara. Cerré los ojos y me recliné sobre el brazo de la silla. No sé para donde mirar, don Juan. Esta noche ha logrado que me pierda.”

Don Juan le explica “Estás desgarrado por una lucha interna. Muy en lo profundo, eres incapaz de rechazar el acuerdo de que una parte indispensable de ti, tu capa brillante de conciencia, servirá de alimento incomprensible a unas entidades, naturalmente, también incompresibles. Y otra parte de ti se opondrá a esta situación con toda su fuerza.”

“La revolución de los chamanes, es que se rehusan honrar acuerdos en los que no han participado. Nadie me preguntó si consentía ser comido por seres de otra clase de conciencia. Mis padres me trajeron a este mundo para ser comida, sin más, como lo fueron ellos; fin de la historia.”

Castaneda ya en su casa “la idea de los voladores se volvió una de las principales fijaciones de mi vida... Por más que intentara, no podía rechazar su lógica. Mientras más lo pensaba, y mientras más me observaba y hablaba con mis prójimos, la convicción era más y más intensa de que algo nos impedía toda actividad o interacción o pensamiento que no tuviese como punto focal, el yo. Mi preocupación, como la preocupación de cualquiera que yo conociera o con el que yo hablara, era el yo. Como no encontraba explicación para tal homogeneidad universal, concluí que la línea de pensamiento de don Juan era la más apropiada para elucidar el fenómeno.”

Castaneda se dedicó a leer libros de mitos y leyendas y notó como si “ En cada uno de esos libros, una mente homogénea se hacía patente. Los estilos diferían, pero el impulso detrás de las palabras era homogéneamente el mismo: a pesar de ser el tema algo tan abstracto como los mitos y las leyendas, los autores se las arreglaban siempre para encajar afirmaciones acerca de ellos mismos. El impulso común detrás de cada uno de estos libros no era el tema que anunciaban; era, en su lugar, auto-servicio. Nunca antes me había dado cuenta de esto.”

Castaneda se pregunta “¿Será que don Juan me está influyendo para verlo de esta manera, o hay realmente una mente foránea dictándonos todo lo que hacemos?”

El discípulo de don Juan hizo “una gran cantidad de estudios antropológicos en el tema de los voladores en otras culturas, pero no encontré referencia alguna.”


Guaymas Sonora

La próxima vez que se repite el encuentro entre don Juan y Castaneda, éste se apresura a hablarle de los voladores y a transmitirle sus sentimientos, aquél le dice sonriendo, “Enfoca tu atención en las sombras fugaces que puedes ver.” Cuando Castaneda se queja de que esas sombras van acabar con su racionalidad y que las veía por todas partes, don Juan sentencia “La mente del volador no te ha abandonado. Ha sido seriamente injuriada. Está haciendo lo posible por restablecer su relación contigo. Pero algo en ti se ha roto para siempre. El volador lo sabe. El verdadero peligro está en que la mente del volador te puede vencer agotándote y forzándote a abandonar jugando con la contradicción entre lo que ella te dice y lo que yo te digo. Te digo, la mente del volador no tiene competidores. Cuando propone algo, está de acuerdo con su propia proposición, y te hace creer que hiciste algo de valor. La mente del volador te dirá que lo que Don Juan Matus te está diciendo es puro disparate, y luego la misma mente estará de acuerdo con su propia proposición. - Sí, por supuesto, es un disparate -, dirás. Así nos vencen.”

“Los voladores son una parte esencial del universo y deben tomarse como lo que son realmente: asombrosos, monstruosos. Son el medio por el cual el universo nos pone a prueba. Somos sondas creadas por el universo, y es porque somos poseedores de energía con conciencia, que somos los medios por los que el universo se vuelve consciente de sí mismo. Los voladores son los desafiantes implacables. No pueden ser considerados de otro modo. Si lo logramos, el universo nos permite continuar... El bombardeo terminó la última vez que estuviste aquí; no hay más que decir acerca de los voladores. Es tiempo de otro tipo de maniobra.”


Lecho reseco. Sonora

Don Juan sacó de la cama a Castaneda y fueron a dar una caminata por la montaña. “La mañana estaba muy calurosa. Caminamos por el lecho seco de un río. Una cosa común entre este valle y el desierto de Sonora eran los millones de insectos. Los mosquitos y las moscas a mi alrededor parecían bombarderos suicidas que apuntaban a mi nariz, a mis ojos y mis orejas. Don Juan me dijo que no les prestara atención a sus zumbidos.
¬ No trates de espantarlos con tus manos ¬me lanzó en tono firme¬. Intenta que se alejen. Forma una barrera energética a tu alrededor. Estáte en silencio, y desde ese silencio se construirá la barrera. Nadie sabe cómo se hace. Es una de esas cosas que los chamanes llaman hechos energéticos. Para tu diálogo interno. Eso es todo lo que se necesita”.

En el calor de la mañana Don Juan le habló, “Quiero proponerte una idea un poco rara. Tengo que insistir en que es una idea un poco rara que encontrará en ti infinita resistencia. Debo advertirte que no la aceptarás con facilidad. Pero no por el hecho de que es rara debes rechazarla. Eres un científico social. Por lo tanto, tu mente está siempre abierta a la investigación, ¿verdad? La idea rara, es que todo ser humano en esta Tierra parece tener las mismas reacciones, los mismos pensamientos, los mismos sentimientos. Parecen responder de la misma manera a los mismos estímulos. Esas reacciones parecen estar en cierto modo nubladas por el lenguaje que hablan, pero si escarbamos esa superficie son exactamente las mismas reacciones que asedian a cada ser humano en la Tierra. Me gustaría que esto causara curiosidad como científico social, por supuesto, y que veas si puedes explicar esa homogeneidad.”

Después de recolectar varias plantas, don Juan decide el regreso. Mientras camina a buen paso, tratando de seguirle, Castaneda va pensando absorto en la tarea que él le había delineado. “Comencé por pensar si conocía algún artículo o trabajo sobre el tema. Supuse que debía investigarlo, y decidí que comenzaría por leer todo lo escrito sobre carácter nacional”.
De repente, antes de llegar a su casa, don Juan se detiene sentándose en un saliente alto que daba sobre el fondo del valle, permaneciendo callado por un rato. De pronto le dice a Castaneda, “La tarea del día, para ti, es una de las tareas más misteriosas de la brujería, algo que va más allá del lenguaje, más allá de las explicaciones. Hoy nos fuimos de caminata, hablamos porque el misterio de la brujería debe ser amortiguado con lo mundano. Debe partir de la nada, y debe volver nuevamente a la nada. Ése es el arte del guerrero-viajero: pasar por el ojo de una aguja sin ser notado. Por tanto prepárate acomodando tu espalda contra esta pared de roca, lo más lejos posible del borde. Estaré cerca de ti, en caso de que te desmayes o te caigas.”

Castaneda le pregunta, con voz alarmada, qué está tramando.

Don Juan le explica, “Quiero que cruces las piernas y entres en un estado de silencio interno. Digamos que quieres averiguar qué artículos podrías buscar para desacreditar o comprobar lo que te he pedido que hagas en tu medio académico. Entra en el silencio interno, pero no te duermas. Éste no es un viaje al oscuro mar de la conciencia. Esto es ver desde el silencio interno.”

Castaneda cumple con dificultad las órdenes de don Juan, luchando “contra el casi invencible deseo de dormir” y se encontró “mirando al fondo del valle desde la impenetrable oscuridad que le rodeaba”. Y vio algo “que me estremeció hasta los huesos. Vi una sombra gigantesca, quizá de un ancho de cinco metros, saltando en el aire y luego aterrizando con un golpe ahogado y silencioso. Sentí el golpe en mis huesos pero no lo oí”.

Don Juan, agarrándole fuertemente del brazo izquierdo, le dice al oído, “Son verdaderamente pesados.”

Castaneda continúa relatando su experiencia, “Vi algo, como una sombra de barro meneándose en el suelo, y luego dio otro salto, quizá de unos quince metros, y volvió a aterrizar con el mismo silencioso golpe. Estaba aterrorizado más allá de todo lo que racionalmente pudiera usar como descripción. Mantuve mis ojos fijos en la sombra saltando en el fondo del valle. Luego escuché un zumbido peculiar, una mezcla entre el sonido de un batir de alas, y el sonido de una radio que no ha sintonizado la frecuencia de una estación, y el golpe que siguió fue algo inolvidable. Nos sacudió a don Juan y a mí hasta los huesos ―una gigantesca sombra de barro negra acababa de aterrizar a nuestros pies.”

Don Juan, en tono imperativo, le dice, “No te asustes. Mantén tu silencio interno y la sombra se irá.”

Castaneda “temblaba de pies a cabeza. Tenía la clara impresión de que si no mantenía mi silencio interno activo, la sombra de barro me envolvería como una frazada y me sofocaría. Sin perder la oscuridad a mi alrededor, grité con toda mi fuerza. Nunca había sentido tanto enojo, tanta frustración. La sombra de barro dio otro salto, claramente hacia el valle. Continué gritando mientras sacudía mis piernas. Quería deshacerme de lo que fuera que viniera a comerme. Mi estado nervioso era tal, que perdí la noción del tiempo. Quizá me desmayé.”

Cuando Castaneda recuperó el sentido “estaba recostado en mi cama en casa de don Juan. Tenía una toalla, empapada de agua helada, envuelta sobre la frente. Ardía de fiebre. Una de las compañeras de don Juan me frotaba la espalda, el pecho y la frente con alcohol, pero no sentía ningún alivio. El calor que sentía provenía de mí mismo. La impotencia y la ira lo generaban.”

“Don Juan reía como si lo que me sucedía fuera lo más gracioso en el mundo. Sus carcajadas resonaban una tras otra. Jamás se me hubiera ocurrido que tomarías el ver al volador tan a pecho.”

Don Juan tomó de la mano a Castaneda y lo llevó a la parte posterior de su casa, donde le sumergió en un enorme tanque de agua completamente vestido, lo que le ayudó a recuperar cierto grado de control. Totalmente mojado repetía “¡Esa visión es absurda!”

A continuación informa “El predador que don Juan había descrito [sic] no era benévolo. Era enormemente pesado, vulgar, indiferente. Sentí su despreocupación por nosotros. Sin duda nos había aplastado épocas atrás, volviéndonos, como don Juan había dicho, débiles, vulnerables y dóciles. Me quité la ropa húmeda, me cubrí con un poncho, me senté en la cama, y lloré desconsoladamente, pero no por mí. Yo tenía mi ira, mi intento inflexible, para no dejarme comer. Lloré por mis semejantes, especialmente por mi padre. Nunca supe hasta ese momento que lo quería tanto.
―Nunca tuvo la opción ―me escuché repetir una y otra vez, como si las palabras no fueran realmente mías. Mi pobre padre, el ser más generoso que conocía, tan tierno, tan gentil, tan indefenso.”


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El lado activo del infinito


A tomar consciencia doblemente recomienda la lectura completa de El lado activo del infinito, Ediciones B.

6 comentarios:

  1. Con nuestros actos damos permisos mucho más explicitos que con nuestra palabra. No hay decreto que invalide la depredación que podamos estar haciendo nosotros mismos, y aquello que hago a otros, por el mismo acto de hacerlo, da permiso a otros a hacermelo a mi... luego, sin duda, en nuestra mano está, pero si que pasa por dejar de dar permiso en todas aquellas maneras en que lo estemos dando

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    1. Gracias por tu reflexión que amplía la consciencia.
      El permiso ha de ser consciente.
      Y actuar en consecuencia.
      Cordialmente

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  2. El caso es que, tanto si la invasión por seres de otro Universo es real o no, lo que los brujos antiguos veían, eran hechos energéticos.
    La especie humana se ha echado encima una realidad asquerosa y repugnante. Desde que caímos en la trampa energética. La trampa energética es la fijación del punto de encaje; presisamente, para sostener la creencia en la imortalidad. Para creer algo que no es cierto, la razón del ser humano dio un golpe de estado a la realidad, hace 150.000 años, es el origen del ser humano de Cromagnon. Cada ser humano gobierna su mente desde entonces, y los grupos e individuos compiten entre si por mantener en pie sus absurdas ideas del mundo individuales y colectivas. Con nuestra estúpida competición, estamos aniquilando a la Tierra.

    La forma de librarse de la instalación foranea, es comprender la Verdad, en una determinado contexto. Puede ser en toda una manifestación del espíritu, como con la obra Llegando al Paraíso, o a través del ardid, de los trucos del espíritu, la obra de Pájaro Guía.
    Tenemos que comprender que los seres humanos somos religiosos, brujos o locos de acuerdo a como reaccionamos frente al camino del conocimiento.
    La Verdad, es que el Universo surgió espontaneamente de la nada, sin condición inicial, a su vez, que el Universo mismo se desordena irreversiblemente, lo cuál significa que tiende a morir, y que lo hará de forma definitiva y total algún día.
    En fin, no existe razón para vivir. La muerte es el fin. Existimos por una casual acumulación de casualidades, de forma gratuita, por la naturaleza del caos. No hay a quien reclamarle ningún derecho, y el Universo no está gobernado. No hay justicia, ni monarca o gobernantes supremos, como pudieran ser los dioses.
    El ser humano cree en dioses para justificar el propio gobierno de la mente, así mismo para creerse inmortal.
    Soy el único ser humano sobre la tierra que ha tenido la suerte suficiente como para aprovechar una revelación. Yo apruebo la Carta de desconstitución. Busca lo que digo, es de la obra Llegando al Paraíso. Un saludo y gracias por compartir citas del magnífico reportaje Totleca.

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  3. Gracias por tu aportación y tu indicación de "Llegando al paraíso" de Jesús Estrada.
    ¿Puedes dar la referencia completa de "Pájaro guía"?

    Cordialmente

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    1. De nada, es un placer saber que alguien se interesa en estos asuntos, la referencia de Pájaro Guía es pajaroguia.com
      Un saludo, suerte.

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  4. Ya lo decía Jesucristo..."El que me quiera seguir que se niegue a si mismo..."

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