La paradoja del teléfono / Rosa Gómez Casañ

Los Españoles / Comunicando

La paradoja del teléfono

Casi cada persona tiene un teléfono móvil al menos en el primer mundo y parece que también es dominante en países más desfavorecidos como los africanos, donde la mayoría de la población no tuvo ni tiene teléfono fijo.

El fijo, salvo caída de la línea o una catástrofe natural, cosa que siempre puede ocurrir, funciona siempre, pero has de estar en el lugar y nos hemos acostumbrado a estar conectados por lo que muchas personas no tienen ya ese servicio y son los organismos oficiales, los bancos y algunos negocios los que en su mayoría lo conservan.

Recuerda aún cuando el fijo funcionaba con centralita y ni siquiera podías marcar directamente el número y le pedías a las amables operadoras (nunca me encontré a un hombre al otro lado) que te pusiera con tal o cual número. 

Más adelante había que “discar”, ya que hacías girar el disco con sus agujeros hasta el número deseado, cosa que hoy los jóvenes ni saben cómo se hace. 

Teléfono con marcador de disco.

Sólo bastante más adelante tuvimos teléfonos con botones, uno para cada uno de los números, e incluso con algunas otras opciones como la almohadilla o el asterisco. Y pronto se nos ofreció el teléfono con contestador automático que te permitía recibir mensajes de quien te llamaba no estando tú disponible y escucharlos después, cosa que hoy ha sido sustituida por el buzón de voz.

Pero volvamos al móvil que es la paradoja que quiero plantear hoy. 

Hoy con un móvil lo más importante es la cobertura, superior y muchísimo más necesaria que la conexión de datos 3G, 4G o 5G. 

¿Por qué? Porque la paradoja es que puedes tener 5G y apenas tener cobertura y el resultado será que ni se cargan las páginas de internet, ni te llegan los mensajes de Whatsapp o Telegram (u otro servicio de mensajería), ni tienes acceso a redes sociales (RRSS) y puede que ni siquiera logres hablar con tu interlocutor porque se oye interrumpidamente o que ni siquiera entre la llamada y a quien te llamaba le salga el mensaje de voz aquel de “este teléfono está apagado o fuera de cobertura”. 

La cuestión es que esto te puede pasar en algunos lugares del centro de una gran ciudad: ¡tienes 5G y no tienes cobertura! 

El resultado es que el 5G no te sirve absolutamente para nada, porque no te permite hacer nada. Es como si no tuvieras red de datos, porque en realidad no está operativa. 

Y es entonces cuando te preguntas: ¿y para qué quiero yo el 5G? Luce muy bonito en la pantalla, pero es un vestido de gasa de seda en pleno invierno, pero sin el abrigo de la cobertura. Cada semana visito un sitio en el centro de la ciudad en el que paso un rato y ya sé que cuando esté allí no entrará ninguna llamada y que si se me ocurre querer consultar algo en Internet no podré hacerlo ni tampoco publicar nada en RRSS o escribir un mensaje. Si grabo un audio, no se enviará hasta que cambie de lugar. ¡Tiene 5G, pero… NO tiene cobertura!

Y estas son las paradojas de la tecnología en la vida moderna. Nos vendieron el 5G como el gran logro, pero no nos explicaron que sin cobertura es como no tener datos, igual que si no los hubieras pagado o no hubieras recargado. 

La cobertura depende de varios factores que van desde la compañía suministradora de los servicios hasta las barreras naturales o arquitectónicas. Siendo España el segundo país más montañoso de Europa y con bastantes túneles especialmente en las redes ferroviarias no es infrecuente que encuentres zonas sin cobertura donde tal vez sí tengas 3G, pero estás en medio del campo y a nadie le extraña. Lo que resulta paradójico y hasta cómico es estar en el centro de una gran ciudad, que tu teléfono tenga 5G y que como no tienes cobertura no recibas ni llamadas, pero luego te digan que te han llamado o encuentres varios mensajes en el buzón de voz mientras no estuviste operativa. 

Afortunadamente no hay que pedir que te rescaten, que llamen a una ambulancia o a los bomberos, porque entonces añorarías un teléfono satelital.

© Rosa Gómez Casañ