A JuanJo le conocí una tarde en el Jardín del Turia.
Estábamos reunidos en el pilar central del Mandala de Luz de la ciudad de Valencia, y con su guitarra al hombro se acercó a nosotros, aparcó la funda junto a un árbol y se sentó discretamente a cierta distancia.
Admiré su discreción. Ignoraba que se trataba de un escritor prolífico.